Desde pequeños los niños pueden (y deben) conversar y razonar con los mayores, especialmente con sus padres.
El secreto está en ello : conversar y razonar.
No se trata de sólo escucharlos (aunque escuchar ayuda), ni de sólo decirles lo que deben hacer (a veces hay que hacerlo, pero mejor es enseñarles a pensar en lo que se puede hacer).
El niño al que se le enseña a pensar entiende que tiene una riqueza dentro de sí, que sus padres confían en él y que lo aman porque no lo dejan solo para hallar soluciones, sino que lo acompañan en el proceso.
La próxima vez que tu niño se ponga a gritar porque el hermano le cogió un juguete, no te limites a decirle "Es tu hermanito, déjalo hacer" o "Esconde tus juguetes".
Pregúntale "¿Qué podrías hacer para que no agarre tus juguetes?", "¿Qué más?", "¿Qué te parece lo mejor?", "¿Qué pasaría si haces esto... o aquello...?", "¿Con qué solución estarías más feliz tú y más feliz él?".
Toma tiempo y paciencia. ¡Pero quién mejor que tú para darle tiempo a tu hijo y para tenerle paciencia!
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