Ponernos mentalmente en el lugar del otro es comprender, entender.
Comprender no es justificar al otro, ni sufrir al otro.
Si comprendemos nos sentimos mejor. Entender las motivaciones, necesidades o mezquindades de los otros nos ayuda a nosotros mismos en primer lugar.
Nos evitamos rabias y amarguras.
Evidentemente que muchas veces sentimos que las personas quieren que las comprendamos nosotros a ellas, pero ¡no les interesa comprendernos!
Por eso, yo aconsejo entender a los demás. Nada más.
De allí a justificarlos hay mucho trecho. Los podremos juzgar menos duramente, pero no justificarlos.
Y de entenderlos a pasar a sufrirlos, ¡de ninguna manera!, salvo que se tenga vocación para el martirio inútil.
Por si acaso, no hay mandamiento sobre el martirio.
Ni nos está mandado sufrir tontamente.
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