Es otro estorbo en la formación de la autonomía.
Todos tenemos mucho que hacer, a todos el tiempo nos resulta corto, todos sabemos que el tiempo es un bien finito y que no se le debe desperdiciar.
Pero en crianza hay que ir al paso del niño, igual que al caminar.
¿A quién se le ocurriría que su hijo de tres años puede avanzar con el mismo largo de paso de los padres?
Y, sin embargo, si queremos que aprendan a caminar hay que armarse de paciencia. Igual ocurre con el aprendizaje de la autonomía.
Si porque el tiempo es breve vamos a hacer todo por el niño, ¿cuándo aprenderá él?
Hay que evitar la tentación del apuro.
Sin oportunidades de practicar nadie aprende.
Luego no nos quejemos si nos resulta un hijo flojo. Un hijo que aprendió a que todo y siempre lo hacen sus padres porque lo hacen mejor y más rápido ¡pobrecito de él!
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