Solemos vivir ansiosos, ansiosos por lo grato y ansiosos por lo ingrato.
Quienes tratan de hacer el bien sufren a causa de tanto mal que se ve en el mundo.
Quienes tratan de hacer el mal sufren a causa de las tensiones que su mismo obrar les ocasiona.
Y creo que todos hemos pasado, alguna vez, por las dos situaciones.
Y haciendo el bien o el mal llegamos al punto de olvidar que la vida es la suma de pequeños detalles. Y olvidamos los detalles que podrían beneficiarnos a todos.
Queremos usar nuestras vidas sólo en grandes temas o en temas imprescindibles, aunque no sean grandes.
Dar y darnos pequeños gustos -y hacernos conscientes de esto- es fuente de bienestar.
¿No puedo comerme un pequeño dulce, poner una florcita cerca a mí, sonreír a ese chico en la calle, comprarme esa pequeñez que me gustaría tener, ofrecer ese buen gesto a alguien?
¡Claro que podemos! ¡Démonos ese pequeño gusto!
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